En 2021, solo en España se publicaron 21 892 títulos de creación literaria. Aquí no entran ni los libros técnicos ni los libros categorizados como ‘ciencias sociales y humanidades’; con ellos la cifra sube a más de 90 000. Si los dejamos fuera de los cálculos, aunque solo sea para que las cifras sean más manejables, nos sale que cada día se publican sesenta libros nuevos. Y he hecho la cuenta sin descartar los fines de semana y los meses en los que no se suelen publicar libros como agosto o diciembre.
Entonces llega el momento en el que todos esos libros han de competir cada día por el mismo espacio en librerías. Cuando cada centímetro cuenta porque, ciertamente, en un centímetro de balda puede caber un libro. El problema está en que la disputa de ese espacio tantas veces es desigual, en que las pequeñas editoriales encuentran dificultades para optar a esos lugares visibles y accesibles para los lectores. Aún más cuando la estrategia logística de los grandes grupos editoriales parece especialmente enfocada en eso mismo, en ocupar como un gas que se expande todo el espacio a su disposición.
La estrategia pasa por publicar mucho desde muchos sellos y editoriales distintas: la saturación siempre es buena mientras venga de sus sellos. Por editar algunos de esos libros con poca letra por página, con papel volumen y tapa dura. En muchas ocasiones hasta compran o alquilanel espacio en las estanterías de las grandes superficies y quioscos de estaciones y aeropuertos. Y Planeta, por ejemplo, distribuye sus propios libros y permite que las tiendas paguen los libros después de 120 días de servirlos, frente a los 90 días que ofrecen el resto de distribuidoras. Así el libro pueda estar más tiempo en las mesas de novedades sin que el librero tenga que devolverlo o pagar por él.
Desde luego, el buen oficio de los libreros independientes no solo desactiva y combate muchas de estas triquiñuelas sino que favorecen que la edición no se convierta en una guerra por el espacio y que así pueda seguir siendo el oficio de buscar y ayudar a escribir buenos libros. Pero aún con todo, sesenta libros al día son muchos, y a veces se da la triste circunstancia de que tras trabajar durante meses en un libro que consideras excelente, este se extravía, es desplazado por otros quizá mejores o más vigentes incluso antes de llegar a los lectores.
Estoy seguro de que cada editorial podrá hacer una lista de extravíos. Quizá sería divertido e interesante conocer esas listas y darnos la oportunidad de leer aquellos libros que alguien escribió, corrigió, editó y publicó con gusto e ilusión, pero que no recibió la atención que merecían.
Aquí van los nuestros. Tres libros por los que pondríamos la mano en el fuego pero que no funcionaron.