Un viaje al núcleo ideológico de Javier Milei

Pablo Stefanoni, experto en ideologías de derechas, contó que en febrero de 2019 Javier Milei apareció en un festival otaku disfrazado del general AnCap (anticapitalista). Con capa, tridente y los colores de la bandera de la ideología: el negro por el anarquismo y el amarillo por el oro. Diciendo: «Soy el general AnCap. Vengo de Liberland, una tierra creada por el principio de apropiación originaria del hombre […]. Mi misión es cagar a patadas en el culo a keynesianos y colectivistas hijos de puta». Ayer Milei saltó del traje de AnCap a la presidencia de Argentina gracias a los casi trece millones de votos.

Pero, ¿qué es ese lugar del que procedía aquel delirante superhéroe? ¿Existe Liberland o es solo un territorio de la imaginación libertaria? El paraíso al que Milei hace referencia existe y está en Europa, concretamente en Gornja Siga, un barrizal situado en la orilla este del Danubio, entre Serbia y Croacia. En aquel terra nullius, tierra no reclamada por ningún país, Vít Jedlička y sus amigos libertarios levantaron su utopía libertaria: Liberland. Jedlička se autonombró como el primer ministro de aquel país recién fundado y no era nuevo en política. Había sido uno de los dirigentes de Svobodní, el partido libertario checo que acababa de conseguir un 5 % de los votos en las elecciones europeas.

El libro Viaje a Liberland  narra la fundación de este micropaís, desvela el deseo utópico que empuja la ideología libertaria y pone a la vista sus contradicciones. Una historia que nos ayuda a entender mejor la viralización de Milei en redes sociales y su discurso contra el Estado; sus propuestas -retiradas y negadas en las fases finales de las elecciones- de portar armas libremente o de liberar la venta privada de órganos vitales con el siguiente pretexto: «Es un mercado más. Vos podrías pensarlo como un mercado. El problema es por qué todo lo tiene que estar regulando el Estado».

Todas estas cuestiones y problemas ya aparecieron en la fundación y en el debate de las bases de Liberland:  ¿cómo se financiará la sanidad si el Estado no recoge impuestos?  ¿Y qué pasará con los criminales?, ¿quién pagará las cárceles? ¿Y las armas?, ¿podrá llevarlas todo el mundo, sin excepciones? ¿Es preciso legislar sobre la edad mínima para dar el consentimiento sexual? ¿Los padres son propietarios de sus hijos? En caso afirmativo, ¿significa eso que pueden pegarles? ¿Una mujer tiene derecho a abortar hasta el último día del embarazo? Todos parecen estar de acuerdo en lo económico; pero el proyecto hace aguas cuando se tratan temas relacionados con la organización social. Las preguntas se zanjan con el autoritarismo de Vít Jedlička, quien termina por cerrar el foro en el que se debatían estas cuestiones y a día de hoy aún se niega a convocar elecciones en Liberland.

La fascinante historia de una micronación en el corazón de Europa

Para entender el presente de Liberland hay que remontarse un par de siglos. La Erste kaiserliche-königliche Donau-Dampfschifffahrts-Gesellschaft (es decir, la Primera Compañía Privada Imperial y Real de Navegación Danubiana) era a finales del siglo XIX la empresa de transporte fluvial más importante de Europa. Contaba con una flota de más de mil barcos que se fabricaban en sus propios astilleros y transportaban a más de tres millones de pasajeros y un millón de toneladas de mercancía al año. No obstante, los retorcidos meandros del Danubio suponían un problema. El curso natural del río hacía lentos y poco eficientes algunos trayectos así que en la década de 1880 la EKKP decidió llevar a cabo unas faraónicas obras para desviar el cauce en más de trescientos kilómetros. Entre el nuevo y el viejo Danubio queda un territorio de marismas y pantanos; un espacio que no debió interesar a nadie porque al terminar la obra, la administración austrohúngara no corrigió el registro del catastro previo de 1817.

En 1945, con la constitución de la República Federal de Yugoslavia, se decide que la vaguada del Danubio señalará la frontera entre Serbia y Croacia. Como entonces tampoco se modifica el registro catastral del 1817, cuando Yugoslavia se descompone se produce un embrollo jurídico. Los croatas se ciñen al documento decimonónico y los serbios a la división hecha en el siglo XX. A lo largo de unos cincuenta kilómetros de frontera danubiana entre Croacia y Serbia, perduran bolsas de territorio de propiedad indefinida. La inmensa mayoría, en la orilla izquierda, se la disputan los dos países, mientras que nadie reivindica algunos retazos de la orilla derecha. Entre esas diminutas porciones de territorio abandonadas, muchas de ellas pantanosas e inundables, se encuentra Gornja Siga.

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