Una novela de fantasmas sin fantasmas

Hace apenas cinco meses, el 30 de mayo, el jurado del Premio «València» de Narrativa se reunía para fallar a favor de Tan tonta. Lo integraban el escritor Gonzalo Torné, Estela Sanchís (librera de Bangarang), Enric Estrela, Subdirector de Alfons el Magnànim y un servidor.

Se trata de la primera novela de Carlos Catena Cózar, poeta galardonado con el Premio Hiperión por su poemario Los días hábiles. Es la  historia de una au pair  que llega a una casa extraña en Dublín. A su cargo tiene a un niño que en mitad de la noche llora en un idioma que la cuidadora no comprende. La han contratado para que lo arrope y lo consuele, y ella está dispuesta a educarlo y protegerlo, pero todo a su alrededor comenzará a adquirir una forma amenazante. Los gestos de cariño se confundirán con silenciosas violencias. La educación se volverá opresiva. El cuidado, siniestro.

La novela puede leerse como un retrato del desarraigo y de la incomunicación de una trabajadora en un país extranjero. La protagonista apenas es capaz de articular más de unas pocas frases en inglés; tarda en encontrar amigas y cuando lo hace se percata de que el idioma no es la única barrera que le separa de los demás.

O puede leerse como una exploración de los reveses oscuros del afecto y los cuidados. El comportamiento del niño que tiene a su cargo pronto comienza a resultar desconcertante para los adultos. Por qué se contonea de ese modo. Por qué se viste así. Por qué grita en medio de la noche. La imagen que la cuidadora tiene de él no tarda en viciarse, en dejarse contagiar por la manera en la que los demás le miran.

Comentar algo de su trama sin destejer los mimbres con la que el autor la ha urdido es algo bastante complicado. Pero podemos decir que hay otra lectura posible: puede leerse Tan tonta como una novela de fantasmas sin fantasmas. Tan tonta no da ningún salto a lo fantástico, pero parece hacer acopio de las técnicas propias del género. Los traumas emergen del pasado como figuras espectrales para perseguir y condicionar hasta la más banal, cotidiana e inofensiva de las situaciones. El aislamiento lingüístico y geográfico parecen estrechar las paredes y torcer los pasillos como en una obra de Shirley Jackson.  Y hasta aparecen objetos malditos que parecen hablar de violencias pasadas. Una mancha de sangre en la ropa interior o una cama desecha. Todo esto lo vemos desde la perspectiva de la protagonista, cada vez más encerrada en su propia voz, cada vez menos fiable; mediadora de un realismo cada vez más desquiciado. Porque es ella misma la que cuenta, juzga y desconfía de todo y de todos, especialmente de sí misma. Y al narrar arrastra por la página un torrente de dudas, omisiones y traumas que desplazan la frontera entre lo real y lo imaginado.

La prosa de Carlos Catena Cózar bebe de la afilada atención de Sara Mesa para detectar heridas abiertas y de la depurada ambigüedad con la que Henry James construía a sus personajes. Desde ahí ha inventado, con una maestría deslumbrante para una primera novela, un espacio psicológico que se desenreda como un laberinto de espejos.

Gonzalo Torné ha dicho de la obra: «Carlos Catena Cózar es un escritor inquietante, por su manejo literario de la intriga y también por su sugestiva indagación de los bordes afilados de los cuidados»Y Alba Carballal: «Tan tonta es una novela sobre los límites de la ternura y Carlos Catena un explorador audaz del extraño lugar donde los afectos se corrompen».

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